Hoy, les quiero hablar de un lenguaje
que es más superior a todo lo que la raza ha inventado. No usa palabras y en
pequeñas porciones de tiempo nos puede transmitir infinitud de informaciones.
Es un lenguaje conocido desde el origen de los tiempos, mucho antes que
existiera la historia y aunque desconocemos su origen vemos que siempre ha
estado adherido a nuestra mater natura (madre naturaleza) oculto en lo más
profundo de nuestras almas.
Me refiero a la música, esa que nos
hace cantar, bailar, vibrar de emociones y alegrías. Los músicos la definen
como la combinación de sonidos en el tiempo. Yo la defino como el antídoto de
la felicidad, creo que no hay una definición más justa. No existe algo más
placentero que escuchar las canciones preferidas, justo cuando sentimos que el
mundo se nos viene encima o estamos tristes.
Hay personas a las que les sucede un
“medio arrebato” cuando de repente escuchan una canción que en otros tiempos le gustaba y por alguna circunstancia había
olvidado. El “medio arrebato” es acompañado por un gran número de recuerdos y
emociones buenas o malas.
Para profundizar más, debemos hacer un
largo viaje a la antigüedad, donde se
enseñaba que la música había sido un invento de las musas con el objetivo de
deleitar a los dioses en las actividades festivas del Olimpo. Según la
mitología griega, las musas eran diosas muy bellas, inteligentes e ingeniosas,
y también protectoras de las artes. Apolo las dirigía. Cuando estas querían
visitaban a los humanos para enseñarle secretos “celestiales” o inspirarle
grandes obras de arte, sobretodo en la poesía, donde los poetas escribían y cantaban
sus versos bajo el mágico hechizo de las musas.
Desde épocas primitivas la música ha
sido sinónimo de diversión, goce y disfrute. Por ejemplo, aún en la actualidad,
en algunos pueblos de África, todos se reúnen alrededor del fuego para cantar y
tocar hasta el agotamiento -algunos son rituales litúrgicos basados en sus
creencias religiosas.
Una de las riquezas
materiales más importante del mundo son los innumerables instrumentos musicales
que hemos conservado de antaño o los que han inventado recientemente, como es
el caso de los muy útiles instrumentos eléctricos.
Los tiempos han
cambiado, ha cambiado el hombre, la naturaleza, la calidad del aire, etc., pero
no ha cambiado nuestra inclinación a renacer en las sábanas oscuras de la
música. Si nos vamos a los parámetros del académico ortodoxo obligatoriamente
hay que decir: Buena música o mala música… Entonces aparece la pregunta: ¿Cuál
es la buena música? Llueven las teorías de infinitas convicciones.
Para mí la buena
música es aquella que me divierte, o me hace llorar, o me pone más receptivo, o
me sincroniza el organicismo para brincar (todo dependerá de la circunstancias
y el estado de ánimo).
Como enseña la
tercera ley de Newton: “cada acción produce una reacción”. Por lo tanto
imaginemos por un momento una fiesta de cumpleaños en la que la música festiva
sea Las Cuatro Estaciones de Vivaldi o un funeral con las habaneras de Georges
Bizet, es un absurdo. La buena música dependerá de los contextos sociales y
culturales con la que cada persona ha sido formada. Pero, me tomo la osadía de
afirmar que la mala música es aquella que no tiene ninguna conexión con el alma
o que no enriquece nuestra experiencia de estar vivo.
La denominada “música
clásica” tiene su reconocimiento mundial ya que se escuchan en cualquier parte
sin importar la cultura o continente.
Analicemos por un momento la Novena Sinfonía de Beethoven, que en el
cuarto movimiento tiene un coral magnifico y fue una total ruptura armónica y
rítmica para aquel entonces. Hoy, esa sinfonía es sinónimo de humanidad, de
hermandad, de amor y de paz. La cantan y tocan simultáneamente en China,
América, la India, Japón y Europa, más sin embargo su idioma original es el
Alemán. ¿Entenderán en esos países las letras de la sinfonía? Literalmente no,
al menos que sepan alemán, pero subjetivamente si, dado que para el ser humano la
música se expresa como un lenguaje universal (que todos conocemos).
Debemos sentirnos
orgullosos de tener el privilegio de la música.
El sufrimiento es
expulsado de un ser cuando éste busca refugio en la música. En una ocasión
Friedrich Nietzsche dijo: “Sin música la vida sería un error”. Efectivamente
sigue teniendo razón ya que como seres conscientes nos corresponde gozar la
vida, bailar, cantar, gozar, andar, brincar, llorar, reír… (Mientras podamos y
las circunstancias lo permitan).
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