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domingo, 15 de junio de 2014

La educación sin cortesía -ensayo-



Muchos asocian la palabra cortesía, con modales, protocolo y educación. Lo cierto es que ese término encierra como definición: “la demostración o acto con que se manifiesta la atención, respeto o afecto que tiene alguien a otra persona”.  Es bueno, que mantengamos claro, el concepto de educación, que lo definimos como: “la crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes.

Ahora, veamos el término educación, limitado a todo lo relacionado con las teorías de las cosas, y la cortesía, de modo contrario, es decir, como la esencia práctica de las cosas. Acercándonos pues, a la idea principal del encabezado “educación sin cortesía”. Nos hacemos la siguiente pregunta: ¿Es posible ser una persona con altas capacidades y a la vez ser descortés, grotesca o maleducada? La respuesta, aunque parezca contradictoria, es un SÍ mayúsculo.

Entendamos que en la formación académica no se aprende, por ejemplo, cómo debe ser nuestro comportamiento en determinadas circunstancias profesionales, al llegar el momento de la práctica, en la mayoría de ocasiones, sucede lo inverso de que entendemos que debe ser.  Se aprende a nadar, nadando, y no mirando el mar desde afuera (como decía mi abuela).

El historiador y pensador inglés Tomás Carlyle, decía que “la educación y la cortesía abren todas las puertas”. Y es cierto, porque en primera instancia abre las puertas del corazón.

No hay nada más bello y admirable que tener fama de “muy capacitado” y al mismo tiempo de “agradable o educado”. Aunque en raras ocasiones se logra unir estos dos extremos, al hacerlo ganamos ante los demás mayor respeto y estimación. Los políticos, utilizan la cortesía como su mejor aliado propagandista.

Las famosas “normas de cortesía”, quedarán condicionadas a las costumbres de cada cultura, sin embargo, las referentes con el trato entre seres humanos es prácticamente universal, igual que el lenguaje corporal. 

No hay mejor carta de presentación que contar con el agrado, la moderación y la inclinación a tratar a los demás con esmero y exclusividad. La famosa regla de oro, reza: “Tratad a los demás, como os queréis ser tratados”.

Saber manejar las preocupaciones del día a día, las deudas, los compromisos, el trabajo, etc… Mantener una aptitud optimista es lo más sabio. Y  solo aquellos que puedan sobreponerse a las circunstancias sabrán ser corteses en todo momento.

De nada sirve el mucho conocimiento, cuando en vez de ayudar, carcome la conciencia y ahuyenta las sanas virtudes. Vamos a sobre-educarnos, teniendo en cuenta el buen trato con quienes nos rodean y nos comunicamos.


 Feliz, Jimmy
Colección de ensayos 2014, Rep. Dominicana



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