Muchos asocian la palabra cortesía, con modales, protocolo y educación.
Lo cierto es que ese término encierra como definición: “la demostración o acto con que se manifiesta la atención, respeto o afecto
que tiene alguien a otra persona”.
Es bueno, que mantengamos claro, el concepto de educación, que lo
definimos como: “la crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los
jóvenes.
Ahora, veamos el término educación, limitado a todo lo relacionado con
las teorías de las cosas, y la cortesía, de modo contrario, es decir, como la
esencia práctica de las cosas. Acercándonos pues, a la idea principal del
encabezado “educación sin cortesía”. Nos hacemos la siguiente pregunta: ¿Es
posible ser una persona con altas capacidades y a la vez ser descortés,
grotesca o maleducada? La respuesta, aunque parezca contradictoria, es un SÍ
mayúsculo.
Entendamos que en la formación académica no se aprende, por ejemplo,
cómo debe ser nuestro comportamiento en determinadas circunstancias
profesionales, al llegar el momento de la práctica, en la mayoría de ocasiones,
sucede lo inverso de que entendemos que debe ser. Se aprende a nadar, nadando, y no mirando el
mar desde afuera (como decía mi abuela).
El historiador y pensador inglés Tomás Carlyle, decía que “la educación y la cortesía abren todas las
puertas”. Y es cierto, porque en primera instancia abre las puertas del
corazón.
No hay nada más bello y admirable que tener
fama de “muy capacitado” y al mismo tiempo de “agradable o educado”. Aunque en
raras ocasiones se logra unir estos dos extremos, al hacerlo ganamos ante los
demás mayor respeto y estimación. Los políticos, utilizan la cortesía como su
mejor aliado propagandista.
Las famosas “normas de cortesía”, quedarán condicionadas a las
costumbres de cada cultura, sin embargo, las referentes con el trato entre
seres humanos es prácticamente universal, igual que el lenguaje corporal.
No hay mejor carta de presentación que contar con el agrado, la
moderación y la inclinación a tratar a los demás con esmero y exclusividad. La
famosa regla de oro, reza: “Tratad a los demás, como os queréis ser tratados”.
Saber manejar las preocupaciones del día a día, las deudas, los
compromisos, el trabajo, etc… Mantener una aptitud optimista es lo más sabio. Y solo aquellos que puedan sobreponerse a las
circunstancias sabrán ser corteses en todo momento.
De nada sirve el mucho conocimiento, cuando en vez de ayudar, carcome la
conciencia y ahuyenta las sanas virtudes. Vamos a sobre-educarnos, teniendo en
cuenta el buen trato con quienes nos rodean y nos comunicamos.
Feliz, Jimmy
Colección de ensayos 2014, Rep. Dominicana
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